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TERMINA OTRO AÑO COMPLICADO

La economía boliviana en 2017 volvió a avanzar a paso desacelerado, debido, entre otros factores, a la aún fuerte dependencia de las materias primas, cuyas cotizaciones en los mercados internacionales continúan en niveles bajos, lejos aún de aquellos años en los que, por ejemplo, el barril del petróleo superaba los 140 dólares.
Como en otras etapas de los últimos 11 años, este año al clima económico se sumó la incertidumbre política en todos los sectores de la población, donde los temas de la posible reelección presidencial y la elección de autoridades judiciales ocuparon gran parte de la agenda a nivel nacional.
Es necesario reconocer que el país viene gozando de una mejor estabilidad social, comparando con otros períodos dominados por las convulsiones, escenario que permite a los empresarios poder desarrollar sus inversiones con cierta tranquilidad y confianza.
Sin embargo, de nada sirve esa calma si las condiciones para hacer empresa continúan siendo adversas para el sector privado, porque al margen de no haber políticas púbicas de fomento, todavía existen algunas acciones del Estado que frenan y hasta incluso hacen retroceder a los empresarios.
En ese contexto, por ejemplo, está la constante persecución que practican las diferentes reparticiones gubernamentales, caso concreto el Servicios de Impuestos Nacionales, que tiene la orden de recaudar más tributos, pero todo a costa de aplicar fuertes multas sobre micro, pequeños, medianos y grandes empresas.
Es necesario, en este caso en particular, que de una vez por todas el Gobierno escuche y muestre apertura al pedido de miles de contribuyentes organizados que demandan un nuevo código tributario, con profundos cambios, de tal manera que se ponga fin a esta asfixia tributaria a la que están sometidos grandes cantidades de negocios unipersonales y otros.
Para ello, los gobernantes actuales tendrían que tener la capacidad de encontrar otras fuentes o formas de ingresos para que el Estado pueda tener recursos destinados a la educación, salud y carreteras, entre otras obligaciones.
Y eso pasa, por un lado, por fomentar y crear las condiciones adecuadas para las inversiones privadas tanto nacionales como extranjeras, que durante los últimos años no han encontrado las señales correctas de parte del poder público.
Esto será posible sólo cuando en el Gobierno entiendan de una vez por todas que las empresas, los emprendedores, representan uno de los pilares fundamentales para lograr el crecimiento económico de Bolivia, generando fuentes de empleo y riqueza.
Porque si el Gobierno piensa que la situación va a mejorar sólo cuando suban los precios de las materias primas en el mundo, de las cuales Bolivia tiene una crónica dependencia, creyendo además que una mayor inversión pública es la solución, la desaceleración se podría convertir en estancamiento y después en crisis económica.
Por tanto, desde este medio, volvemos a reclamar más acciones de incentivo a la iniciativa privada, dejando a un lado, aunque suene utópico, los intereses políticos del partido en función de gobierno.
Y de parte de los empresarios, es necesario no desmayar, no darse por vencidos, sino por el contrario, encarar el nuevo año con optimismo y perseverancia, que es la característica de un emprendedor de verdad.

 

Porque si el Gobierno piensa que la situación va a mejorar sólo cuando suban los precios de las materias primas en el mundo, de las cuales Bolivia tiene una crónica dependencia, creyendo además que una mayor inversión pública es la solución, la desaceleración se podría convertir en estancamiento y después en crisis económica.

 

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