La educación superior enfrenta enormes desafíos
Las universidades deben considerar un enfoque distinto al que han estado ofreciendo a la fecha, y decidir reinventarse para apostar por la calidad
Al comenzar el segundo mes del año, miles de bachilleres estarán poblando los pasillos de las universidades, transformándose en flamantes universitarios dispuestos a trasnocharse, estudiar mucho y, al cabo de cierto tiempo, alcanzar sus licencias profesionales.
La oferta es amplia, puesto que 11 universidades estatales, 44 privadas y cuatro de régimen especial, un total de 59 universidades en Bolivia, compiten por atraerlos y formarlos.
Sin embargo, tanto para el Coordinador Nacional de Marketing de la Universidad Central (Unicen), Boris Ugarte Calvimonte, como para el ex director de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana (UCB), Cochabamba, Fernando Andrade Ruiz, la cantidad de universidades y ofertas académicas no condice con la calidad de la enseñanza impartida en las superiores casas de estudio.
Ugarte explica que “no existe un ente del gobierno que mida la calidad y las certifique como en otros países. Hace más de 15 años se hizo la última certificación de universidades plenas y que permitió que muchas se autoevalúen y cumplan con los estándares de calidad, hoy en día estas evaluaciones se hacen de forma independiente, pero no regulada y por esta razón es que hay mucha diferencia entre la calidad de las universidades”.
Por su lado, Andrade dice que “en general, el nivel académico no es como para enorgullecerse. Hay poca investigación científica, de aporte efectivo al desarrollo nacional, escasa actualización de contenidos, lenta circulación de saberes, limitada diversificación de actividades más allá de aulas y materias, y sub-utilización del alto potencial que ofrecen hoy las nuevas tecnologías virtuales”.
Reflexiona que la mediocridad actual no es culpa sólo de los centros de enseñanza superior, sino que viene desde abajo, con bachilleres cada vez más limitados en conocimientos generales y en prácticas concretas, como la lectura y la redacción.
Propuesta divergente
Acudiendo a datos proporcionados por la Fundación para la Producción (Fundapro), Ugarte señala que la oferta de las universidades está desfasada, ya que no hay una relación entre la oferta y demanda laboral y eso genera un alto índice de desempleo, ya que la propuesta en Bolivia se reduce a siete carreras, como las más ofrecidas: Ciencias Jurídicas, Medicina, Administración de Empresas, Odontología, Auditoria, Ingeniería de Sistemas y Arquitectura.
“A la formación universitaria en el país, lamentablemente le está afectando mucho esa visión educativa de carácter instrumental, utilitarista, obsesionada en la competitividad y que deja en posición secundaria, o directamente inexistente, a la formación humanística integral que fue el sello del quehacer universitario desde el momento mismo de su nacimiento”, señala Andrade.
Ugarte considera que las universidades no hacen estudios de mercado para mejorar su oferta de carreras, ni modernizar su plan de estudios acorde a la demanda empresarial actual. El verdadero problema es que las empresas buscan un perfil de profesional y las universidades generan otro y en esta dinámica el que pierde es el titulado, porque se ingresa a un mundo laboral con competencias diferentes a la realidad.
“En sustitución, se está viendo una praxis demasiado inmediatista, efectivista, que conlleva el peligro de caer en cientificismo, la ciencia encerrada en sí misma, o en heteronomía, perder autonomía de pensamiento por seguir las corrientes en boga, con riesgos de individualismo e incluso aislacionismo de la universidad y de sus profesionales respecto a entornos y a contextos de todo tipo históricos, sociales culturales, político”, acota Andrade.
Los retos de 2018
Andrade es muy crítico a la hora de evaluar el desempeño de las universidades. Indica que se trata de un momento difícil porque la universidad no goza hoy del prestigio social y de la confianza pública que tenía antes. “Tal resultado no es casual, pues vemos el predominio de entes públicos burocratizados, proyectos privados mercantilizados, títulos y cátedras devaluadas por facilismos de todo tipo, falta de ética en algunos desempeños profesionales, prebendas, influencias, caricaturas de principios nucleares como lo fueron los de autonomía y co-gobierno”.
Considera que esa confianza, ese prestigio, son lo primero que hay que recuperar en el futuro más cercano posible. Retomar aquella condición de matriz del pensamiento, de cultivo de principios ético-morales, de investigación y gestación de grandes proyectos de cambio apoyados en niveles de excelencia académica en todos los estratos universitarios.
Ugarte considera que el desafío va por el hecho de que el mercado está exigiendo mayor calidad académica, más prácticas, laboratorios y mayor compromiso de las universidades con sus titulados, dado que el 47% de los titulados en Bolivia están desempleados y las universidades no hacen una lectura a esta realidad, donde la oferta debería estar en hacer incubadoras de empresas, formar emprendedores, hacer investigación, bolsas de trabajo y trabajar con las empresas empleadoras, así como con las del Estado.
Posgrados en la mira
“En posgrado la oferta se ha estancado y sigue con las mismas de hace años, como las maestrías en Administración de Empresas, Educación Superior, Derecho, Marketing, Informática, Comercio Exterior y Logística, afirma Ugarte al señalar que hay poca innovación, ya que una maestría no tiene el valor que tenía antes al existir una sobreoferta con 503 posgrados en Bolivia y 31 universidades, donde la mayoría de los ejecutivos ya tienen una maestría o diplomado y los recién titulados son el mercado.
Por su parte, Andrade manifiesta que las ofertas de los posgrados han aumentado, así como sus participantes, pero la cantidad no tiene que ver necesariamente con la calidad.
“Siguen predominando ofertas de carácter generalista que se camuflan en ofertas aparentemente muy puntuales. El Estado está en la obligación de aportar económicamente al desarrollo de los posgrados para que no queden sólo en iniciativas aisladas”, plantea.
Nuevos caminos
Hacia futuro, Andrade cree que el sentido democrático que tiene el co-gobierno universitario estatal debe ser recuperado con sólida base de responsabilidad, porque sólo ha derivado en disputas internas por espacios de poder, distribución de influencias y prebendas de todo tipo. También se requiere una mayor supervisión social hacia las privadas.
Ugarte finaliza con una visión centrada en el mercado e indica que el problema de la educación es que las universidades no han sintonizado la problemática, ya que un 52% de la oferta no responde a las necesidades del mercado.
“Actualmente se siguen formando profesionales teóricos y fuera de la realidad. En Bolivia todos quieren ser licenciados o ingenieros, pero la demanda más grande es de técnicos; y si miramos al futuro, la explotación del litio, del hierro en el Mutún o de hidrocarburos exigen técnicos en estas áreas que traen de otros países, pero al mismo tiempo vemos carreras sobreofertadas como Derecho”.
Según Fundapro, la fuerza laboral en Bolivia está compuesta por un 53% de licenciados, 35% de técnicos y 12% de obreros. Esto demuestra que nuestra educación está generando licenciados desempleados, dice Ugarte.