Reflexiones sobre inversión en tiempos de «peste»

Alfredo E. Mansilla Heredia[i].

La «peste», desde un enfoque socioeconómico, referencia el paso mortuorio de una enfermedad o «algo» desconocido que promueve psicosis colectiva con impacto en la economía y sus interacciones, que en un momento específico pudieron denominarse normales. El COVID 19 ha generado un efecto psicológico y económico interesante para el entendimiento de la relación salud y economía, colocando en tela de juicio los niveles de inversión de muchos países en el marco de la construcción paulatina del Estado de Bienestar, pudiendo en función de lo argumentado cuestionarse los niveles de inversión y/o la gestión de proyectos con base en la definición de un modelo de salud, nutrición y educación para la producción que en su diseño, construcción, conducción y aprovechamiento de las tendencias de la globalización y universalización del conocimiento en acompañamiento de la institucionalidad con transparencia como factor propiciador de mayores medidas que incrementen la igualdad de oportunidades para el desarrollo de la cultura.

La cuarentena y sus medidas complementarias, demuestran la restringida gestión en resultados e impactos de las inversiones que han hecho los agentes económicos en el devenir de la historia, que desde la creación de la República evidencian restricciones de liderazgo y visión en el cuidado de territorios fronterizos con valiosos recursos naturales, perdiéndose por lo menos en relación comparativa y metafórica nueve países europeos en consideración de una superficie promedio, evidenciándose la mengua de más de un 53% del territorio boliviano.

La «peste» y la filosofía de la economía nos llevan a cavilar en la productividad del sector público y los restantes componentes del modelo posneoliberal de economía plural, cuestionando la capacidad de ahorro que ha tenido el Estado y muchas entidades productivas y de servicios a fin de gestionar financieramente el manejo de los impactos de la enfermedad y la cuarentena que menguan la actividad económica, recordando que en época de «vacas flacas» se aplican los fondos de ahorro de la época de las «vacas gordas», no teniendo muchas instituciones porque prestarse dinero para sus actividades de operación cuando por ejemplo declaran utilidades y no reparten excedentes.

Referenciemos una de nuestras investigaciones del estudio del Centro de Investigación en Matemática y Economía: José Eduardo Mansilla Pereira, cuyo propósito fundamental ha sido cuantificar los factores que merman la inversión o aplicación de fondos públicos en distintos niveles de gobierno, considerando una encuesta electrónica con participación de 242 familias de clase media, trabajo realizado con apoyo de un número igual de estudiantes pertenecientes a la Universidad Mayor de San Simón, Facultad de Ciencias Económicas, permite la generación del siguiente diagrama de sectores:

Fuente: Elaboración propia en referencia a investigación CIME JEMP (2020)

La improvisación y corrupción históricas han generado una pésima administración de los asuntos de Estado, que a su vez repercute en la desigualdad de acceso a oportunidades por parte de la población y en general de los agentes económicos que buscan en su actuación vigente e «hipócrita» alternativas de supervivencia en los contextos de la economía informal asociada al lavado de dinero mal habido en detrimento de la faena de la empresa legalmente establecida y con aplicación de fondos restringida en concordancia a los niveles de seguridad y subcultura.

En tiempos de peste y cuarentena se «desnudan» un conjunto de factores como los expuestos, permitiéndonos reflexionar la economía en un sentido amplio y filosófico, precisando que los agentes económicos en sus relaciones tienen serias reticencias de sus roles en el juego de la economía, peor aún, en el compromiso inherente al manejo de la masa monetaria por la velocidad media que tiene que imperar el manejo de una economía mixta que promueva menor disyuntiva entre la eficiencia y la equidad, que posibilite el desarrollo humano ambiental.

Sin duda, el COVID 19, desde la filosofía del estoicismo, permitirá plantear nuevos desafíos para la gestión de proyectos con intervención efectiva de las universidades del sistema público y privado, colegios profesionales y actores que definan un cambio real de actitud que posibilite activar nuestra economía, por cierto, pequeña, desacelerada, pero que no está en crisis; la crisis es sanitaria asociada a la corrupción, incide en la economía, pero cavilando que las economías pequeñas se restablecen rápidamente, siempre y cuando el modelo mixto sea transparente, fomente la institucionalidad y recorte la asignación deficiente, especulativa y ajena a una adecuada gestión de proyectos, que en lo concreto deben definirse en factibilidad previa aprobación del estudio de viabilidad, gestión de riesgos y fiabilidad interdisciplinaria.

Las inversiones públicas tienen que efectivizarse de manera complementaria con los restantes agentes económicos, en función de la definición de un modelo de salud, nutrición y educación para la producción que promueva la inversión nacional y extranjera en la diversidad de pisos ecológicos, integrando subnacionalmente culturas y economías con base en una identidad múltiple o cosmopolita, permitiendo la consolidación de autonomías  que en la asignación de recursos practique la democracia por mayoría y minoría, efectivizando un reparto proporcional que sea real y transparente para la respectiva gestión de proyectos alejados de los modelos y teoría de la nebulosa cimentada en axiomas falsos o dogmáticos que distorsionan y evitan el acceso poblacional a mayores oportunidades y la construcción de un Estado de Bienestar.