La economía el 2020: resultados y enseñanzas
La caída estimada para Bolivia se encuentra dentro del rango medio de las estimaciones para el resto de los países de la región, siendo Argentina, Venezuela, Perú y Ecuador los países más afectados, con caídas estimadas que superan el 10% anual.
La economía boliviana ya venía con problemas serios desde el 2014. La caída de los ingresos por exportaciones de gas, una abultada planilla salarial en el Estado (y sobre todo en el nivel central del gobierno), programas de inversión pública que presionaban por importaciones (y por lo tanto eran en gran parte responsables de la caída de las Reservas Internacionales Netas) explicaban el creciente déficit fiscal que se venía enfrentando.
A esto hay que agregarle que una excesiva presión tributaria y regulatoria sobre el sector formal generaron una serie de inconsistencias en el manejo económico (mientras el Estado expandía su gasto la economía se contraía).
En un momento en el que se requerían bajas tasas de interés e incentivos para la inversión privada y extranjera, lo que se hizo fue concentrar los recursos en el sector público, aun cuando los retornos eran decrecientes y se encareció el acceso a capital a los nuevos emprendimientos en el sector privado.
A este escenario hay que agregarle las turbulencias políticas y sociales que se enfrentaron a finales del 2019. Este es el contexto con el que se iniciaba el 2020.
SITUACIÓN BOLIVIANA
En el caso particular de Bolivia, la escasa interconexión de los mercados locales, la fuerte dependencia de productos importados (incluso en la canasta básica de consumo) y el perfil de nuestro mercado de trabajo, altamente asentado en ocupaciones informales, sin redes de protección social, fueron elementos que profundizaron los impactos negativos de las medidas sanitarias adoptadas para enfrentar el COVID-19.
Después de la pandemia, el hecho económico más relevante del último siglo, la desocupación ha crecido hasta un 12%, el déficit fiscal se ubicará en una cifra similar y el PIB mostrará una contracción de al menos un 8%, sin embargo, estas cifras, dado el contexto descrito no son las peores de la región. Y este es probablemente uno de los principales resultados del año.
En términos del Producto Interno Bruto (PIB), la caída estimada para Bolivia se encuentra dentro del rango medio de las estimaciones para el resto de los países de la región, siendo Argentina, Venezuela, Perú y Ecuador los países más afectados, con caídas estimadas que superan el 10% anual.
En el caso del desempleo la cifra estimada más alta es la de Colombia, que probablemente estará en el orden del 20% para finales del 2020, mientras que Chile, Argentina y Perú tendrán un desempleo de entre 13 y 15%. Incluso en términos de desigualdad, las previsiones para la región suponen un incremento del índice de Gini de entre 1 y 8%, siendo de nuevo Argentina y Venezuela los países más afectados, mientras que en el caso de Bolivia se espera mantener este indicador en niveles similares a los del 2019.
DESEMPEÑO
Ahora bien ¿por qué el desempeño del país no ha sido tan malo? En primer lugar hay que señalar que los impulsos monetarios han sido de los más altos de la región, llegando casi a un 22% del PIB, dentro de los que se han incluido los diferimientos de pagos al sistema financiero, inyecciones de liquidez y reducciones en las tasas de interés. Desde el lado fiscal también se han llevado adelante medidas que permitieron mitigar los impactos, ya que se han postergado el pago de los impuestos, se aplicaron programas de transferencias monetarias a gobiernos municipales y familias y se incrementó el gasto en salud.
No obstante, es claro que la percepción de la población sobre el resultado de la economía durante el 2020 es sumamente mala, y esto se debe en gran medida al tipo de empleo, u ocupación en un sentido más estricto, que prevalece en el país.
Mientras que en gran parte de la región la informalidad ronda el 50% (una cifra de por sí alta), en el caso de nuestro país esta se encuentra entre el 70 y 77% según el indicador que se tome, por lo que la vulnerabilidad de los ingresos es sumamente alta. Otro elemento a tomar en cuenta es la alta frecuencia de los mismos sin una red de protección social, ya que más del 60% de los trabajadores tienen ingresos diarios, semanales o quincenales.
Esto nos deja una de las principales enseñanza del 2020: durante muchos años se ha apostado por un modelo de crecimiento que no mejoraba las condiciones laborales, sino que permitía consumo en el corto plazo y desplazaba inversión, necesaria para crear empleo de calidad.
Después de la pandemia, el hecho económico más relevante del último siglo, la desocupación ha crecido hasta un 12%, el déficit fiscal se ubicará en una cifra similar y el PIB mostrará una contracción de al menos un 8%, sin embargo, estas cifras, dado el contexto descrito no son las peores de la región. Y este es probablemente uno de los principales resultados del año.
Mientras que en gran parte de la región la informalidad ronda el 50% (una cifra de por sí alta), en el caso de nuestro país esta se encuentra entre el 70 y 77% según el indicador que se tome, por lo que la vulnerabilidad de los ingresos es sumamente alta.
José Gabriel Espinoza es economista por la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, con una Maestría en Desarrollo Económico. Fue director del Banco Central de Bolivia.