Los empresarios ¿enemigos?
Una definición básica de la palabra empresa señala que es una actividad que entraña esfuerzo y trabajo. Pero más aún, demanda de capacidad y ciertas habilidades para vencer diferentes obstáculos que siempre se presentan en el camino.
Ese concepto es válido para la gente de cualquier parte del mundo, pero en países como Bolivia es particularmente mucho más complicado ser un emprendedor de verdad, es decir aquel que con creatividad, con o sin capital, con esfuerzo y ciertas destrezas, crea una unidad empresarial con capacidad de generar y mantener en el tiempo fuentes de empleo formales y estables, a través de diversas actividades, como la prestación de algún servicio, la comercialización de un producto o la transformación de la materia prima.
Desde este medio, cuando comenzó a circular desde hace casi 12 años, hemos venido observando el comportamiento del Gobierno respecto al empresariado privado nacional y llegamos a manifestar en diferentes oportunidades que hay un distanciamiento, un enfriamiento e incluso, en palabras más duras, decíamos que hay un divorcio entre el poder público y el empresario boliviano.
Conocemos la línea ideológica del gobierno de turno, que habiendo comenzado su gestión en enero de 2006, ha sentado las bases, por un lado, para reorganizar un Estado empresario, pese a que en el pasado sufrimos experiencias negativas en el manejo de empresas estatales. Y, por otro lado, ha mostrado, a través de una serie de medidas, un favoritismo hacia las clases trabajadoras, llegando al punto de tener una legislación laboral muy proteccionista.
De esa manera, mientras por un lado el poder central ha puesto mayor énfasis en tener un Estado empresario fortalecido y favorecer a los trabajadores, por el otro lado ha sido muy duro con el empresariado privado.
En el caso de la banca privada, por ejemplo, impuso una serie de medidas y exigencias, como el pago de mayores impuestos, entre otras, mientras que al empresariado en general se le ha ido presionando cada vez más fuente con una dura fiscalización impositiva, con multas, incrementos salariales, pago de segundo aguinaldo, etc, etc.
Al hablar de este tema, es inevitable entrar al campo político, porque se escucha entre la gente del Gobierno que los empresarios en Bolivia tienen grandes ganancias, que deben ser compartidas con los trabajadores en forma más equitativa. Pero además, y aquí viene lo político, hay quienes consideran que el empresario es enemigo del actual régimen, por tanto, parecería que no conviene que estén bien.
Sin embargo, lo que no toman en cuenta aquellos que piensan así, es que la gran mayoría en el sector privado, está compuesta por micro, pequeñas y medianas empresas, de emprendedores que comenzaron de la nada o con muy poco capital, y que hoy hacen todos los esfuerzos para mantenerse en pie.
Da la sensación de que al Gobierno no le conviene que los empresarios estén bien, y como otra muestra de ello, es que sospechosamente aprobó una última medida que hace pensar en lo peor, la Ley de Empresas Sociales, por la cual aquellas empresas que estén en situación de quiebre, pasen a propiedad de los trabajadores.
Con estos elementos y muchos otros, los empresarios bolivianos están atravesando por una etapa muy adversa y, aunque es poco probable que el Gobierno cambie su forma de pensar respecto a ellos, no les queda otra que esforzarse y ser más creativos para seguir superando los obstáculos. Pero al mismo tiempo, hay sectores de la sociedad civil que esperan que el empresariado no sea indiferente y salga también en defensa de la democracia, manifestándose por el respeto al 21F.
Al hablar de este tema, es inevitable entrar al campo político, porque se escucha entre la gente del Gobierno que los empresarios en Bolivia tienen grandes ganancias, que deben ser compartidas con los trabajadores en forma más equitativa. Pero además, y aquí viene lo político, hay quienes consideran que el empresario es enemigo del actual régimen, por tanto, parecería que no conviene que estén bien.