LUIS FERNANDO BARBERY PAZ, PRESIDENTE DE LA CEPB:
¨Se ha construido una normativa desequilibrada en el ámbito laboral¨
Por segunda gestión consecutiva, un empresario cruceño es cabeza de la máxima organización que agrupa al empresariado boliviano, una muestra del enorme peso económico adquirido por Santa Cruz en los últimos años.
Con amplia experiencia en la dirigencia empresarial de la capital oriental, una destacada formación profesional en Estados Unidos y Bolivia, el flamante presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, Luis Fernando Barbery Paz, sostiene que a lo largo de los 13 años de gobierno, el sector privado y público han pasado por etapas muy complejas y tensas, donde el común denominador era la falta de comunicación y la desconfianza mutua.
En entrevista exclusiva con LIBRE EMPRESA, además de la relación del gobierno y empresarios, habla de la situación económica actual de Bolivia, los problemas que hacen más duro el desarrollo empresarial -como los elevados incrementos salariales y segundos aguinaldos-, entre otros temas.
En las últimas gestiones, destaca el hecho de que sean empresarios cruceños quienes lleguen a ocupar la presidencia de la CEPB. ¿Qué representa esto para Usted o cómo lo interpreta?
Es importante señalar que la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia es una institución que tiene una normativa interna muy clara respecto a los mecanismos y requisitos para elegir a sus instancias de dirección, basada en la igualdad de oportunidades y el consenso y buscando una amplia representación regional y sectorial.
Las instancias que conforman la CEPB eligen a un equipo de trabajo y no solamente a una persona, y ese conjunto de representantes expresan la variedad de objetivos e intereses de nuestro sector, que trasciende la consideración sobre el origen de sus presidentes.
Yo creo que la interpretación de un sesgo regional en la elección del presidente, no es adecuada ni correcta, ya que incorpora una variable que no es relevante a la hora de diseñar los planes de gestión ni evaluar sus resultados, porque una vez que aceptamos esta enorme responsabilidad, dejamos de ser representantes de un departamento o de un sector, y asumimos la voz y los intereses de todos los empresarios del país, sin considerar ninguna diferencia.
Durante los últimos 13 años de gobierno, se han dado diferentes medidas que han beneficiado a los trabajadores, como el pago del segundo aguinaldo, incrementos salariales y normativa laboral altamente proteccionista. ¿Cómo ha repercutido esto en las empresas privadas?
Es evidente que en nuestro país se ha construido una normativa desequilibrada en el ámbito laboral, que además es desfavorable, tanto para los empleadores y para los trabajadores, porque se ha confundido la estabilidad con la inamovilidad, lo que ha generado que se contrate menos gente en el sector formal y se precarice el empleo.
Pero también la política laboral se ha enfocado en los aumentos salariales sin una base racional, e incluso se ha creado un segundo aguinaldo que ha sido una medida perjudicial desde todo punto de vista para el empleo, la inversión y el crecimiento de las empresas.
El mayor impacto de las medidas salariales experimentadas en los años pasados tiene relación con el estancamiento y retroceso en el empleo; informalización del trabajo y mayor cantidad de trabajadores desprotegidos.
La participación de la empresa formal, mediana y grande, en el empleo, ha bajado. Eso refleja el problema que tienen las medidas salariales, que implican costos crecientes y acumulados. La política de incrementos salariales ha determinado una senda de costos laborales muy por encima de la inflación, pero también por encima de la productividad. Ese es un factor que compromete seriamente la sostenibilidad y estabilidad laboral en el mediano y largo plazo.
En reiteradas oportunidades, a través de este medio, hemos manifestado que en los 13 años del actual gobierno, ha habido un marcado distanciamiento entre el sector público y privado. ¿Considera Usted que esto es real? ¿Estará el gobierno dando las condiciones para un buen desempeño de las empresas en Bolivia y para la atracción de capitales?
Yo creo que ha sido un proceso en el que hemos avanzado ambos. A lo largo de los 13 años de gobierno hemos pasado por etapas muy complejas y tensas, donde el común denominador era la falta de comunicación y la desconfianza mutua.
Hoy hemos llegado a un momento, iniciado a fines del pasado año, en el que este diálogo empezó a producir resultados importantes, especialmente en la coincidencia de criterios respecto a la necesidad de diversificar la economía y avanzar en el proceso de industrialización. Estamos ahora en un momento crucial no sólo para el sector privado boliviano, sino para el país. Tras muchos años de encuentros y desencuentros, el Estado está ingresando a una nueva dinámica, abriendo aún más el diálogo con la sociedad civil y los sectores productivos, para abordar temas que son importantes para todos.
Y eso tiene una gran significación porque nos permite encontrar puntos de acuerdo y avanzar en la consolidación de un proyecto nacional común, más allá de nuestras diferencias y la diversidad de opiniones. Por eso, hoy más que nunca, se necesita una decisión política que modifique la visión que tiene el gobierno de la empresa privada para aprovechar más las enormes potencialidades desarrolladas que tenemos los empresarios. Aquí el punto de anclaje debe ser el trabajo mancomunado que puede dar resultados concretos y muy significativos como el proyecto del etanol y los biocombustibles, que van a cambiar la situación económica, productiva y social no solo en el departamento sin en todo el país.
Cuáles son algunos de los más importantes ejes sobre los que trabajará en su gestión a la cabeza de la CEPB, que repercutan a favor de los empresarios, de los trabajadores y en general para el Estado?
Hay muchos desafíos y temas pendientes, pero creo que debemos empezar por definir una ruta común basada en cuatro ejes: garantizar las mejores condiciones jurídicas y políticas para impulsar la inversión privada; incentivar la producción nacional a escalas mayores; asegurar la provisión de bienes y servicios para nuestra población, especialmente garantizando la seguridad alimentaria; y priorizar la implementación de mecanismos eficientes para estimular la exportación. Hay aspectos transversales que deben ser encarados en estos cuatro objetivos, y que se refieren a la necesidad de revisar la política salarial, la presión impositiva, la formalización progresiva de nuestra economía y eliminar la burocracia excesiva. Estos son aspectos necesitan ser debatidos e incorporados a los planes nacionales de desarrollo, como condición necesaria para avanzar hacia un desarrollo sostenible y perdurable. Creo que debemos fortalecer el diálogo con el gobierno, pero este diálogo nos debe permitir establecer una estrategia inclusiva y con diversidad para ajustar la política salarial, eliminar la discrecionalidad tributaria y garantizar las actividades empresariales. Un diálogo que también nos permita consolidar proyectos e iniciativas que beneficien a todos los sectores. En lo interno, el objetivo es promover un alto grado de institucionalidad, participación y retroalimentación, donde se rescaten las visiones y necesidades de todos, regiones y sectores, priorizando siempre a los que mayores problemas enfrenten.
Cómo puede calificar la situación actual de la economía boliviana, después del período de bonanza de los años 2012, 2013 y 2014?
Bolivia ha cambiado y no es la misma de hace 15 años. Hoy, la realidad de nuestro país nos muestra una economía sólida, con un panorama social estable y con una base empresarial más diversificada. Nuestra economía ha crecido, esa es una realidad evidente.
La inversión pública ha llegado a niveles importantes y el trabajo en torno a ella se ha plasmado en grandes proyectos de infraestructura que, en buena medida, compensan el rezago en materia de inversión pública que tenía nuestro país.
Pero también es evidente que hay muchos temas pendientes y sobre todo hay dificultades que debemos empezar a enfrentar de manera más sostenida y eficiente. Tenemos un modelo que funciona, pero en condiciones distintas. Los tiempos de la bonanza y de los altos ingresos por pocos productos han pasado y ahora nos toca buscar el mismo nivel de ingresos y de crecimiento pero con una economía diversificada. Por eso necesitamos ajustar algunos componentes de las políticas que sostuvimos en los últimos años. Ya no podemos pensar que un sobre endeudamiento es saludable o que las reservas internacionales pueden seguir cayendo sin consecuencias. No podemos seguir con déficit fiscal y comercial constantes ni con una informalidad tan grande.
El gobierno tiene que admitir que hay problemas y se necesitan ajustes en algunos aspectos, como la política fiscal, laboral o en las normas de inversión. No se trata de tomar medidas coyunturales, sino en entender que el Estado solo no puede enfrentarlo todo, necesita el apoyo del sector privado, pero también debe entender que estamos aquí para ayudar, para colaborar porque el país es de todos y queremos que le siga yendo bien.
Desde nuestra visión, entendemos que es imprescindible ahondar en las alianzas virtuosas, que posibiliten que los actores del modelo de economía plural se encuentren de manera convergente y posibiliten que, en aquellos espacios que la inversión pública tenga límites por razón de esencia u objetivos, participe la inversión privada.
Por la información estadística disponible, Bolivia continúa siendo un país altamente dependiente de la exportación de materias primas y productos primarios. Al parecer, el país ha avanzado poco en la exportación de productos con alto valor agregado. ¿Cómo puede explicar Usted este hecho?
Yo creo que es una situación que debemos empezar a verla como un proceso y un desafío, y no tanto como un resultado absoluto.
Nuestra dependencia de la exportación de materia prima sin valor agregado es una realidad que hemos arrastrado desde el inicio de nuestra historia como país, y de alguna manera condicionó nuestro propio subdesarrollo económico y social, manteniéndonos en un círculo vicioso del que no pudimos salir, en parte porque faltó una visión común y una voluntad política para avanzar hacia la diversificación económica, la industrialización y una política de exportaciones más agresiva.
Pero si seguimos estancados en el diagnóstico y la autoflagelación, estaremos condenados a repetir esta realidad que nos ha mantenido en una situación de inacción y de dependencia. Por eso creo que la conciencia de esa realidad, la evidencia que no podemos seguir dependiendo de la volatilidad de los precios internacionales y de las reservas finitas de recursos naturales no renovables, ahora está impulsándonos a ver el desarrollo con otro enfoque.
Yo soy muy optimista respecto a los efectos que va a tener en el mediano y largo plazo la apuesta por la agroindustria a mayor escala, con medidas como el etanol y los biocombustibles, pero también con la producción y comercialización de la urea y la industria del litio, entre otros.
Sé que hay dificultades y que no será un proceso fácil y sin riesgos; pero, creo que si unimos la voluntad política, la capacidad instalada del sector privado y, sobre todo, la sostenibilidad de planes de desarrollo a largo plazo, podríamos estar ingresando a una etapa donde poco a poco dejemos esta dependencia, sin disminuir el desarrollo de los sectores de la minería y los hidrocarburos.
Tenemos enormes potencialidades también en otros sectores como el turismo, la ganadería, los servicios y la industria de alimentos que debemos empezar a ver con mayor interés, pero creo que se están dando pasos importantes. Va a depender de todos, el gobierno, el sector privado y la propia sociedad, hacer que este proceso siga avanzando.